«No puede sorprender que, para una peripecia vital tan tormentosa y desgraciada como la de Caravaggio, los historiógrafos del siglo xvii más novelesco y del más romántico siglo xix se las ingeniasen para transformar cada paso, desde sus inicios, para usarlo con fines a un retrato que resultase de lo más popular (lo que para ellos sonaba a plebeyo), es decir, apto para explicar la desprejuiciada y, se decía, indecorosa naturaleza del artista. Fue así como Caravaggio, ya desde niño, en Lombardía, se transmutó en el hijo de un albañil, en mezclador de argamasa y preparador de colas para los encaladores milaneses. Para el resto de su vida, sobre todo durante los años de Roma, Nápoles y Malta, no había ciertamente necesidad de cargar las tintas, cosa que sin embargo no se dejó de hacer y hasta su muerte, por razones de correspondencia simbólica, complaciéndose en adelantar en un
año la fecha real de ésta.» Así empieza el ensayo de Roberto Longhi sobre la figura de Caravaggio, tan moderna como enigmática. Sirviéndose de su singular capacidad para imitar voces, Longhi se cuela en la vida del pintor como si hubiese sido su contemporáneo, un amigo íntimo incluso. Repasa sus encargos, explora sus obras maestras, trazando astutas e inesperadas correspondencias entre ellas y la vida
del artista. Caravaggio trabaja a un ritmo vertiginoso, con una rapidez y facilidad pasmosas, desde la adolescencia hasta el desorden de sus últimos días romanos, y pasará buena parte de su vida como artista nómada y fugitivo de la justicia. Setenta años después de su publicación, el ensayo de Longhi sigue considerándose una contribución esencial a la bibliografía sobre el pintor, por ser el primero en brindar una visión de contexto de su obra y posiblemente por ser, hasta la fecha, el crítico que ofrece una mirada más limpia, una lectura más sobria e incontaminada, de la trayectoria y la producción del gran maestro.
Roberto Longhi (Alba, Piamonte, 1890 Florencia, 1970) está considerado uno de los
críticos de arte más destacados del siglo xx y un punto de referencia para toda la crítica posterior. Tuvo un papel decisivo en la revalorización de la obra de Caravaggio y sus seguidores, y en el estudio de Piero della Francesca como figura esencial en el desarrollo de la pintura veneciana. Entre 1920 y 1922, realizó su Grand Tour europeo; sin embargo, nunca visitó Rusia, ni algunas de las más célebres colecciones estadounidenses, como la Kress Collection o la National Gallery de Washington. No obstante, su conocimiento de primera mano de un corpus vastísimo de pintura como las que alberga la Galería Borghese de Roma le permitió identificar varias obras maestras perdidas, entre ellas dos paneles de un retablo de Giotto.
Fue profesor en la Universidad de Bolonia y posteriormente en Florencia, y en 1950, junto con su mujer, Anna Banti, fundó la revista bimensual Paragone, que sigue editándose. En esta misma editorial se ha publicado su ensayo Piero della Francesca (Elba, 2022), del que Kenneth Clark dijo que difícilmente podía superarse.