Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial el concepto deber de memoria ha operado como modelo canónico para la inspiración de vindicaciones y actuaciones memoriales relativas a los traumas políticos de las sociedades contemporáneas, generando un paradigma imperativo con graves consecuencias al favorecer bien a las ideologías que imponen el olvido como a las conmemoraciones que imponen recuerdo ritual, lo que ha producido dilemas yermos, pero obsesivos, entre olvido y recuerdo.
El libro examina en qué forma ese discurso imperativo se sostiene en una teodicea de la memoria que establece las ideas de sufrimiento y compasión en el epicentro de su programa, y analiza las consecuencias del deber de memoria en políticas públicas o propuestas éticas que atribuyen al recuerdo cualidades de prevención que supuestamente impiden atrocidades, pero que convierten a la víctima en un sujeto ahistórico y encerrado para siempre en su espacio doloroso y manipulable.