De entre todas las narraciones de Daniel Defoe, tal vez ninguna destaque tanto por su versatilidad como "Diario del año de la peste". Se trata de una obra en la que confluyen de manera asombrosa la ficción y un rigor que podríamos llamar periodístico o incluso historicista. El resultado es un relato escrito en un estilo excelso (Joyce lo llamó "magistral"), repleto de heroísmo en las calamidades y tan dinámico como apegado a los terribles sucesos de la que fue la última gran epidemia de peste de Londres, en 1665.
La vida de Daniel Defoe (¿1660?-1731) fue vertiginosa. Sobrevivió a la peste siendo un niño, fue comerciante y acabó en la ruina, ejerció como espía, escribió, entre otras cosas, panfletos políticos y literatura moral, estuvo en la picota y en la cárcel. No fue hasta casi los sesenta años, de hecho, con la publicación del mítico "Robinson Crusoe" (1719), libro al que seguirían "Moll Flanders" (1722) o "Diario del año
de la peste" (1722), que comenzó a consagrarse como el gran urdidor de ficciones en el que pensamos hoy. Su obra se cuenta sin ninguna duda entre las más famosas e influyentes de la literatura anglosajona.