Este libro nace de la reflexión sobre cómo la literatura en acción, tanto la que escribimos como la que leemos, pone en marcha un doble movimiento imaginativo y memorístico. Leer y escribir literatura solo es posible si nuestra condición imaginativa y nuestro poder de hacer memoria llevan a cabo sus negociaciones. Las narraciones actuales de la memoria se proponen precisamente como ese espacio de negociación: una construcción política, ética y estética que, en su encuentro complejo y problemático con la temporalidad, nos hacen experimentar la urgencia de miradas teóricas y creativas imaginativamente fértiles.
En esta monografía, se analizan obras de la narrativa hispánica del siglo XXI cuya experimentación literaria busca el modo de hacer memoria sin clausurar el pasado y sin olvidar el futuro. Para ello, se establecen dos detonantes centrales que afectan a la narratividad: la violencia y la pérdida. Teniendo en cuenta ambos ejes, la autora reflexiona sobre la visualización de la violencia a través de los terrores y de los dolores de la memoria (con Mariana Enríquez y Miguel ángel Hernández, respectivamente) y se ocupa de la espacialidad de la pérdida, esto es, de cómo los espacios literarios localizan la memoria de lo perdido (con las casas de Menchu Gutiérrez y Lara Moreno, las tierras de
Juan Gabriel Vásquez y Héctor Abad Faciolince). Visiones y lugares íntimos, familiares y culturales, son sentidos y pensados desde lo oculto y lo visible, a través de sus objetos y sus huecos, por sus sonidos y sus silencios. Estudiando estos cruces, la literatura es entendida como una experiencia artística en la que memoria e imaginación
colaboran para afectar, transformar y revelar nuestras relaciones con el tiempo propio y ajeno.