Cuando las últimas palabras de alguien son: «Lo siento, pero no puedo soportarlo más», todos somos responsables. Jacinto llevaba mucho tiempo sufriendo vejaciones y malos tratos por parte de cuatro de sus compañeros del instituto, pero eso lo sabe poca gente. Y los que lo saben han hecho oídos sordos. Hasta que su cuerpo aparece en el fondo de un acantilado.