«Desde el primer día he trabajado con toda mi alma para derrotar esa mamarrachada, a ese engendro, que es la vergüenza de la humanidad, y no solo con mis mensajes radiofónicos emitidos para Alemania, que eran una excepcional y vehemente exhortación al pueblo alemán para deshacerse de él».
¡Oíd, alemanes! Así comienza Thomas Mann cada una de las 59 emisiones de radio que realizó desde su exilio en Estados Unidos, entre 1940 y 1945, y en las que, con su autoridad moral y un tono persuasivo, apelaba a la conciencia de los alemanes, a la de aquellos que «aún tienen oídos para oír».
El receptor de radio, popularizado por Hitler para los hogares alemanes, hizo posible que la BBC pudiera transmitir los discursos de Mann directamente a sus salas de estar. Aunque no se sabe a ciencia cierta cuántos alemanes pudieron escucharlos, contribuyeron, sin duda, en el mantenimiento de la oposición intelectual al régimen. Las transmisiones de Thomas Mann son las de un alemán que, en el exilio, se llevó consigo su germanidad, y procuró que, quienes aún residían en Alemania, recordaran la suya. Convencido de que la única salida posible era la derrota del nazismo, sorprenden cuánto nos dicen, todavía hoy, estos documentos únicos.