Una reivindicación del amor pasional como fuerza creadora. «Fresca e inteligente. Nehring lleva al lector por un viaje fascinante que bebe de la mejor literatura.» Mario Vargas Llosa Desde siempre, el hecho de vivir de una manera intensa una pasión amorosa se ha considerado como una mancha negra a la hora de valorar la capacidad intelectual de una mujer, un hecho que en cambio no se da en el caso de los hombres. Muchos criticaron, por ejemplo, a Mary Wollstonecraft #la autora de los Derechos de la mujer- por haber sucumbido al amor por un hombre hasta el punto de intentar dos veces el suicidio; en cambio, Petrarca pudo dedicar toda su vida a suspirar por Laura, sin que eso mermara su prestigio de poeta. Las hazañas eróticas de los hombres son un plus en la consideración de su prójimo; las aventuras de las mujeres son deslices que pueden distraerlas de sus tareas de profesionales... Lo curioso es que ese prejuicio no está instalado solo en la mente del varón, sino que ha sido cultivado por el movimiento feminista, que veía la relación heterosexual como una experiencia cercana a la violación y consideraba toda