Todo está conectado.
Somos como un árbol anclado a la tierra con sus raíces, su tronco a la intemperie, expuesto al fuego de un rayo, esperando por el sol de un verano y por el agua de un invierno para seguir creciendo, con sus ramas al viento, dejando desprender sus hojas al aire que sopla en un otoño y quizás floreciendo en primavera.
No es casualidad que sean setenta y dos poemas. No es casualidad que estén presentes los cinco elementos. No. No es casualidad, todo está conectado porque alma y corazón están enraizados al amor, al sentimiento, porque somos parte de la naturaleza, del universo.
Y la vida, en sí, no deja de ser la magia de un poema de amor.