El 9 de noviembre de 1938, un adolescente que vivía en París, Herschel Grynszpan, furioso por la deportación de miles de judíos polacos, se dirigió a la embajada alemana y disparó al primer diplomático que vio. Cuando este murió, Hitler y Goebbels tomaron este acto como pretexto para la gran ola de violencia antisemita conocida como la "Noche de los cristales rotos", considerada como el inicio del Holocausto.