Cuando las nuevas tablets llegan al cole y el señor Augusto se niega a usarlas en clase, Dani se embarca en una arriesgada misión que lo pondrá todo patas arriba. Se convierte, por casualidad, en agente secreto. Y claro, los agentes secretos a veces tienen que hacer cosas que, ejem, no están del todo bien. Por eso está castigado «indefinidamente» en su habitación. Pero tanto sus compis como el ogro de su profe tienen muuucho que agradecerle, a él y a sus impecables tareas de sagaz detective.