En Atenas, durante la pandemia de covid, las tiendas y los bares están cerrados, y los ciudadanos están al límite. A nadie le sorprende que la tasa de suicidios haya aumentado. Y, sin embargo, Kostas Jaritos no acaba de entender que un anciano de noventa años escriba en su carta de despedida: «¡Viva la conjura de los suicidas!»