Los debates sobre educación en España suelen quedar oscurecidos por las diatribas políticas o por la jerga impenetrable de los presuntos especialistas, que son sobre todo inventores de términos sonoros y vacíos. El mérito de Ramón Espejo en este libro es que da voz a quienes menos oportunidad tienen de hacerse escuchar, que son en su mayor parte las personas que viven el día a día de la enseñanza en las aulas, o las ya jubiladas que pueden aportar una experiencia tan valiosa como desdeñada, o los disidentes del dogma pedagógico oficial. Sin una enseñanza pública de mucha calidad, que favorezcan el pensamiento racional, el conocimiento riguroso, la libertad de espíritu, el desarrollo de las capacidades creativas, la democracia queda tan dañada como la justicia social. Por fortuna, como atestigua Espejo Romero, sigue habiendo educadores valerosos que no se rinden al desaliento ni al cinismo.