La represión que sigue al fracaso del golpe de Estado respondió a una doble lógica: inhibir cualquier demostración de rebeldía y engendrar fidelidades compulsivas para asegurar la victoria. Este es el contexto en que se sitúan las primeras suscripciones patrióticas y la articulación de un sistema de exacciones económicas del que fueron víctimas izquierdistas y otros ciudadanos que no demostraban el entusiasmo esperado a la hora de contribuir al esfuerzo bélico o exteriorizaban conductas consideradas «poco acordes» con las nuevas circunstancias.