Puedes estar muchos años aburrido y de repente los acontecimientos se precipitan de tal manera que parecen una montaña rusa. Se te nubla la vista, todo se vuelve extraño e irreal, como si lo vieras a través de una pantalla borrosa. Te miran, te preguntan, te interrogan. Te llevas las manos a la cabeza, te tapas los oídos. Lloras. Crees que estás llorando porque tu cara está húmeda, pero estás seco. Seco por dentro. Me llamo Roberto y hoy cumplo dieciocho años. Y ya nadie podrá decirme lo que tengo o no tengo que hacer.