Dice Roberto Arlt en Los siete locos que sólo el mal afirma la presencia del hombre sobre la tierra. Si nos paramos a reflexionar encontraremos ejemplos suficientes, tanto en la vida colectiva como en la personal, para considerar que el mal, y por tanto el terror ante el mal, es un privilegio de la especie. Las circunstancias que pueden llevar a un ser humano normal a cometer una atrocidad nos asaltan casi a diario en las noticias, en los hilos de twitter, en los memes. Quizá este sea uno de los libros más arriesgados de Miguel Rojo hasta la fecha, en lo formal y en la perspectiva desde la que decide contar lo que cuenta, eligiendo el tramo despoblado de la novela corta para desplegar el mapa de dos itinerarios humanos en una zona cero de sus vidas: En «El chico del reformatorio» propone una versión libre de un hecho real ocurrido en Inglaterra en 1994. Un hecho en que dos niños normales inician la carrera hacia la puerta de una carnicería, ese paso rápido por un pasillo camino de lo desconocido, hipnotizados por el dragón. «Una larga jornada» la podemos leer un poco en clave de hum