Elena Garro escribió poemas desde que era una niña. Pero al parecer su marido, el Premio Nobel Octavio Paz, siempre se opuso a su publicación. La vida de Elena a menudo fue desdichada. Se comprometió con la causa de los indígenas y se involucró en la defensa de los campesinos desposeídos de sus tierras hasta que el gobierno mexicano la expulsó del país. Vivió en Nueva York, en Madrid, en París. Escribía con hambre e insomnio mientras su hija dormía a su lado. Sus poemas, inéditos en España hasta hoy, le cantan al exilio, a la cárcel de su matrimonio, al amor (a su gran amor, el escritor argentino Adolfo Bioy Casares, con quien solamente se vio tres veces). A sus recuerdos de niña, a los jardines, a los sueños. Y a los muertos. Patricia Rosas Lopátegui, biógrafa de Elena Garro y una de las mayores expertas en su obra, compone en estos Cristales de tiempo una suerte de diario o cara B de la vida de la escritora a partir de los poemas que sobrevivieron a la persecución y al exilio protegidos contra el orín de sus gatos en el interior de bolsas de plástico. Odiada y admirada por su compromiso, hoy ya nadie duda