En un presente parejo al nuestro, se descubre una cripta bajo el sótano del Congreso de los Diputados y en su interior la tumba de una dama sin rostro, sin nombre, sin cruz. Tras varios años de crisis sanitaria y política, los diputados no sospechan que, literalmente bajo sus pies, está a punto de abrirse una puerta del infierno.
Entonces, se celebran elecciones generales y los resultados suponen un terremoto en el panorama político nacional: dos grupos emergentes y radicales se disputarán la formación de Gobierno ante la incapacidad para llegar a un acuerdo moderado por parte del PP y el PSOE. La primera de esas fuerzas nuevas se llama Escarmiento y la encabeza don Baldomero Cuervo, un caudillo visionario que añora el espíritu de la Reconquista. La segunda, la coalición Arcoíris, amalgama de movimientos anticapitalistas e identitarios, la lidera el imán fundamentalista Haidar al Isbani.
A ese conflicto político se enfrentará Marga Saavedra, diputada de Ele-Ele por Sevilla, honrada como un fideo, vaporosa como Virginia Wolf, impostora en política y enamorada del portavoz casado, creyente, cazador y taurino del PP en la Cámara, Ramón Bayo. La diputada Saavedra se esforzará por evitar los dos posibles gobiernos de fanáticos, aunque para ello tenga que luchar contra su pasado, contra sus correligionarios y contra la sombra de una perra alana española, densa y maloliente, que aterroriza a los habituales de los pasillos del Congreso. Aunque para ello tenga que entregar su vida.
¿Acaso no ha llegado el momento de derrotar a esas fuerzas maléficas que todos los días envilecen la Política, así, escrita con mayúscula? Marga, Ramón y aquellos que todavía sienten que España es un proyecto antes que una Historia optarán por defender sus ideales, por no malvenderlos a cambio de poder, y no evitarán esa batalla incómoda contra Satanás en que consiste el verdadero ejercicio de la política.
El escaño de Satanás es una fábula sobre la actualidad, un esperpento que nos permite reír y morir de miedo a la vez, una metáfora que trata de España. Y un retrato al natural de nuestros políticos; de los buenos, pero también de los mordidos por el mal. Porque, sabedlo, en el parlamento español, Satanás tiene su propio escaño.