Las lúcidas reflexiones de Natalia Ginzburg, una de las escritoras italianas más importantes del siglo XX. «Me mostró el camino.»
Vivian Gornick La soledad de la infancia y los pecados de la vejez, las trampas del sexo y el placer inesperado que se esconde tras las tareas domésticas más aburridas... Todo lo que Natalia Ginzburg tocaba se convertía en arte, y eso sin perder esa cualidad corpórea de las emociones recién descubiertas, de las ideas apenas apuntadas, de los recuerdos que aún navegan a flor de piel. En estos breves e intensos ensayos, que la gran escritora fue reuniendo a lo largo de su vida, encontraremos notas personales que los acercan a Léxico familiar y a Las pequeñas virtudes, y retratos de amigos como Italo Calvino y Pavese, pero también apuntes sobre novelas y películas que en aquel entonces eran novedad y ahora ya son clásicos del siglo XX, y artículos que hablan de su compromiso político y resultan esenciales para comprender la historia europea. Con su tono de escritura aparentemente descuidado, con su manera de proponer sin imponer, con su ironía siempre bien dispuesta hacia los pequeños detalles. Natalia Ginzburg hizo de lo doméstico un instrumento privilegiado para mirar el mundo y ese mundo sigue siendo muy nuestro. La opinión del editor:
Por primera vez en castellano, unas páginas de Natalia Ginzburg que podrían ser su diario íntimo; unos textos donde se rompen con desenvoltura los códigos establecidos... Un libro hermoso e inteligente que no podría faltar en el catálogo de Lumen. La crítica ha dicho:
«La voz de la novelista y ensayista italiana Natalia Ginzburg nos llega con absoluta claridad en medio de los velos del tiempo y el lenguaje. Textos de hace más de medio siglo que se leen como si los acabara de escribir -o, de algún modo misterioso, siguieran siendo escritos. No se necesita contexto alguno: de hecho, cuando la lees te das cuenta de hasta qué punto se tiende a atosigar la literatura con sus propios recursos sociales y materiales. Sin embargo, su trabajo no es abstracto ni expresamente filosófico, más bien práctico y personal. Cuando cierras el libro sientes que la autora se ha convertido casi en una conocida aun sin tener mucha idea de quién es.»
Rachel Cusk, Times Literary Supplement ("On Natalia Ginzburg") «Encontré a una escritora inmensa y que me sujetó con esa lenta mirada de la pérdida con la que se posaba sobre las cosas para redescubrirlas. [...] Cuando leí a la Ginzburg entendí por qué leemos y escribimos: para descubrir que no nos hemos vuelto costra, que no somos una mancha vieja, que siempre podremos, cómo no, lavar la ropa llorando... o leyendo.»
Karina Sainz Borgo «La mirada de Ginzburg muestra una profunda melancolía hacia una vida que intenta salir hacia delante y no encuentra el camino; o, peor aún, lo encuentra, pero transitarlo es casi imposible.»
Israel Paredes, El Plural