El lejano país de los estanques
El primer caso de la ya famosa pareja, Bevilacqua y la agente Chamorro, en una edición que cuenta con un prólogo inédito a cargo de Paul Preston. Premio Ojo Crítico 1998.
En mitad de un tórrido agosto mesetario, el sargento Bevilacqua, que pese a la sonoridad exótica de su nombre lo es de la Guardia Civil, recibe la orden de investigar la muerte de una extranjera cuyo cadáver ha aparecido en una urbanización mallorquina. Su compañera será la inexperta agente Chamorro, y con ella deberá sumergirse de incógnito en un ambiente de clubes nocturnos, playas nudistas, trapicheos dudosos y promiscuidades diversas. Poco a poco, el sargento y su ayudante desvelarán los misterios que rodean el asesinato de la irresistible y remota Eva, descubriendo el oscuro mundo que se oculta bajo la dulce disidia del paisaje estival. A partir de una sabia mezcla de ingredientes policíacos, relaciones humanas y pinceladas de humor bien dosificadas, Lorenzo Silva construye una novela refrescante y llena de hallazgos.
El alquimista impaciente
En un motel cerca de Guadalajara yace un hombre muerto en una postura poco honrosa. ¿Asesinato de estudiada crueldad o muerte natural tras la pasión de un encuentro amoroso? En ambos casos, se trata de un destino incomprensible para el ingeniero Trinidad Soler, respetable hombre de familia empleado en una central nuclear cercana. Pero las apariencias engañan, y alguien recuerda haberlo visto la noche anterior acompañado de una rubia de marcado acento ruso.
El sargento de la Guardia Civil Rubén Bevilacqua, psicólogo renegado, y su ayudante Virginia Chamorro, mujer reservada y perspicaz, aficionada a la astronomía, deberán resolver este caso donde la primera incógnita por desentrañar es la víctima. La investigación del caso pronto les llevará a rebasar la mera pesquisa policial para adentrarse en el lado oscuro del ingeniero nuclear. Su insospechada vida secreta desvelará un entramado de dinero, prostitución y sucios manejos empresariales que se extienden de Madrid a Málaga, de Guadalajara a la Costa del Sol. Pero como en la alquimia, la clave está en la paciencia: la que necesitarán los investigadores para resolver el caso, pero también la que les faltó a los personajes involucrados en la historia.
El mal de Corcira
Un varón de mediana edad aparece desnudo y brutalmente asesinado en una solitaria playa de Formentera. Según varios testimonios recogidos por la Guardia Civil de las islas, en los días previos se lo había visto en compañía de distintos jóvenes en locales de ambiente gay de Ibiza. Cuando sus jefes llaman a Bevilacqua para que se ocupe de la investigación y lo informan de la peculiaridad del muerto, un ciudadano vasco condenado en su día por colaboración con ETA, el subteniente comprenderá que no es un caso más.
Para tratar de esclarecer el crimen, y después de indagar sobre el terreno, Bevilacqua tendrá que trasladarse con su equipo a Guipúzcoa, el lugar de residencia del difunto, a una zona que conoce bien por su implicación casi treinta años atrás en la lucha antiterrorista.
Allí deberá vencer la desconfianza del entorno de la víctima y, sobre todo, lidiar con sus propios fantasmas del pasado, con lo que hizo y lo que dejó de hacer en una «guerra» entre conciudadanos, como la que veinticinco siglos atrás hubo en Corcira hoy Corfú y que Tucídides describió en toda su crudeza. Esos fantasmas lo conducirán a una incómoda pregunta que como ser humano y como investigador criminal le concierne inexcusablemente: ¿en qué medida nos conforma aquello contra lo que luchamos?