Cuando era una niña que paseaba por las calles compostelanas, la autora de este libro se preguntaba por la belleza arquitectónica de la Capilla del Pilar, en la Catedral, o de la Casa das Pomas; por la armonía de los claustros, el original planteamiento de la escalera de San Domingos de Bonaval o el exotismo de la escalinata de acceso a la iglesia de San Martiño Pinario. En su fase de formación doctoral, aquel asombro infantil suscitó en la autora un sugestivo interrogante acerca de la trascendencia que, para esa sublime arquitectura, pudieron tener los tratados de artes, es decir, aquellos textos históricos escritos por humanistas, pintores, escultores y arquitectos procedentes de diferentes países europeos. Muchos de ellos contenían los parámetros por los que se guiaron los artistas que trabajaron en Compostela desde el siglo XV en adelante, y que sirvieron de inspiracion para su obra. En esos textos reside buena parte de la grandeza que sigue ofreciendo una ciudad monumental.