Cuatro fueron los textos que Walter Benjamin consagró a la obra de Franz Kafka. Su lectura e interpretación de la prosa del escritor checo han generado un torrente de comentarios y glosas. Y hoy, a los cien años de la muerte de Kafka, resultan indispensables. Si su escritura sigue siendo una necesidad, un enigma y un reto, la elegante y rigurosa lectura que acomete Benjamin, la interpretación que elabora en diálogo con intelectuales de la talla de Adorno, Scholem o Brecht, hace del legado kafkiano un diagnóstico eficaz, que atraviesa épocas. No sólo los grandes argumentos que ocuparon a Kafka están presentes en estos textos; casi todos los temas que interesaron a Benjamin, todos los grandes motivos que despuntan en su obra, se alojan en estas imprescindibles páginas requeridas por la obra de Kafka: el derecho y la justicia, la historia, el lenguaje, el mito, el arte, la literatura, la religión, la ciudad, la culpa, la experiencia, la sociedad, la herencia o la técnica. Benjamin muestra en estas brillantes páginas la potencia de la literatura. Y el compromiso de la crítica, que se conviert